abril 07, 2011

Inkas








Los orígenes:
La civilización incaica se desarrolló en una región geográfica bastante compleja: los Andes. Con paisajes muy diferentes entre sí, tales como la costa (oasis y desiertos), la sierra (valles húmedos y altiplanos secos) y la montaña (bosque tropical lluvioso). Así y todo, los incas lograron habitar esta difícil región gracias a la implementación de complejos cultivos en terrazas, inmensas obras de infraestructura y una gran eficacia en la producción y distribución de alimentos, que incluso les permitió almacenar excedentes. Por eso es sorprendente pensar que su historia no duró más de cien años.
La historia de los incas se mezcla fuertemente con sus relatos legendarios, debido a que esta civilización no desarrolló un sistema de escritura que diera cuenta de sus orígenes. Sin embargo, se sabe que desciende de antiguas culturas andinas que se establecieron en los Andes Centrales, entre ellas el pueblo de Chavín de Huantar, una pequeña villa cordillerana en el norte del Perú, cuyo mayor aporte fue ayudar por primera vez a la unificación de dichas culturas.
Con posterioridad, alrededor del 300 a. C., declina la cultura chavín y surgen otros reinos, como el Moche, Nazca, Tiahuanaco y Huari, todos ellos con su respectivo tiempo de apogeo.
Los últimos reinos en aparecer fueron el Chimú en el norte y el Inca en el sur. La influencia de este último fue la que derivó finalmente en la constitución del magnífico imperio andino.
Aunque el imperio inca solo duró un siglo, este tiempo fue suficiente para que constituyeran una unidad política y cultural de más de diez millones de aborígenes, repartidos en los Andes Centrales y a lo largo de la costa del océano Pacífico en América del Sur. Hablamos de un territorio cercano a los 4.000 km de longitud en sentido norte-sur, y casi 500 km de anchura en promedio, que abarcaba lo que es actualmente Ecuador y Perú, el norte y centro de Chile, el oeste de Bolivia y el noreste de Argentina.

Civilizaciones precedentes:
La diversidad geográfica del territorio inca -costa, sierra o cordillera y montañas- y el relativo aislamiento local facilitaron los desarrollos regionales. Por lo mismo, no existe valle que no haya sido asiento de diferentes culturas, algunas de las cuales te mencionamos a continuación.
Luego del poblamiento de América (30.000 aC.) y de la transformación de los pueblos de nómades a sedentarios en los Andes Centrales (4.000 a.C.), surge el pueblo de Chavín de Huantar, una pequeña villa de los Andes en el norte del Perú, a 3.200 metros de altura. Su importancia radica en que ayudó a unificar por primera vez las culturas andinas, aunque más en el ámbito artístico y religioso que en el político.
Alrededor del 300 a.C. comienza el declive de Chavín y empiezan a formarse los reinos Moche, Nazca, Tiahuanaco y Huari.
Los moche o mochica fueron un pueblo agrícola de tradiciones pesqueras y tenían una compleja organización social.
Ubicada cerca del lago Titicaca, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, se desarrolló la civilización de Tiahuanaco. En su apogeo construyeron templos y palacios que embellecieron la ciudad.
Paralelamente a la expansión de Tiahuanaco, otro centro, Huari, inició la conquista de territorios vecinos. Actuando conjuntamente, ambos volvieron a unir, cultural y políticamente, las sociedades regionales de la zona.
Una vez rota la cohesión lograda por Tiahuanaco-Huari, surgen el reino Chimú en el norte, y el Inca en el sur, imponiéndose este último por la fuerza.

Aparecen los incas:
Los incas fueron una tribu que llegó al Cuzco (también escrito Cusco o Qosqo y que significa en idioma quechua “ombligo del mundo”) alrededor del 1.200 dC. Probablemente procedían del sur, y de alguna forma su emigración debió estar conectada a la desintegración urbana que siguió a la caída de Tiahuanaco.
Una vez establecidos en el Cuzco, iniciaron una dinastía cuyo primer gobernante fue Manco Cápac, personaje legendario que se estableció con su esposa, llamada Mama Ocllo, y su familia en el Cuzco, donde dominó a los pueblos que lo habitaban. Los emperadores que le siguieron, como Sinchi Roca y Lloque Yupanqui, no destacaron en particular. En cambio el cuarto, denominado Mayta Cápac, inició la expansión del pueblo inca, motivado por una sequía que asoló los Andes Centrales. Esto, con el fin de asegurarse abastecimiento en los valles cercanos.
Los siguientes gobernantes, como Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huacac y, sobre todo, Viracocha, se ocuparon de resguardar los territorios ocupados con el establecimiento de funcionarios incas y guarniciones militares.
Lo que se conoce como imperio histórico comenzó con Pachacutec Inca Yupanqui, que ocupó el trono hacia 1438, siendo un gran conquistador y organizador del reino. A su mandato se atribuyen obras como los planos de Cuzco, la construcción de cultivos en base a terrazas y la construcción del templo del Sol. Además, mientras gobernaba se inició la expansión incaica que alcanzó por el sur el lago Titicaca y por el norte la región de Huanuco. Igualmente, comenzó la unificación de las tribus vecinas y sometió con sus ejércitos a las que no accedían a integrarse. Se dice también que fue Pachacutec quien propuso la práctica de las mitimas, mediante la cual grupos de pobladores, llamados mitimaes (del quechua mítmaq, colono, advenedizo), eran trasladados a otros lugares para evitar rebeliones.
Entre los años 1471 y 1493, con el hijo de Pachacutec, Tupac Inca Yupanqui, el imperio alcanzó su máximo esplendor. En esa época se conquistó todo el altiplano andino y los territorios septentrionales de Chile y Argentina.
El sucesor de Inca Yupanqui fue Huayna Cápac, cuyo período se caracterizó por varios levantamientos que, no obstante la dificultad, pudieron ser controlados. En su gobierno se alcanzó la mayor extensión geográfica, con un número cercano a los 900 mil kilómetros cuadrados. Cuando falleció, el imperio quedó dividido en dos partes a cargo de sus hijos: a Atahualpa le otorgó la región de Quito y a Huáscar, la del Cuzco. Sin embargo, ambos hermanos se enfrentaron en una guerra civil en el momento de la llegada de los españoles.

Gobernantes divinos:
El imperio incaico estaba firmemente dominado por una teocracia sagrada e inviolable. El Inca, máxima autoridad política y religiosa, se consideraba hijo del Sol. Gobernaba asistido por una aristocracia selecta, llamada orejones, a causa de los adornos que deformaban sus orejas; además, se consideraba noble a los generales y a los altos oficiales.
Bajo esta aristocracia se encontraban los kurakas (o curacas), los señores. En una posición privilegiada se hallaba también la clase sacerdotal, integrada por el willaq uma (cabeza sagrada), las aqllas o escogidas y los sacerdotes. Luego, formando la base de esta pirámide social, estaba la masa del pueblo, dividida en llacta runa (originarios) y mitimaes (trasplantados de otras regiones o pueblos). Fuera de estas clases se encontraban los yanacunas o yanaconas (literalmente: los esclavos).

La agricultura era la base fundamental de subsistencia. El poder central, fuerte como era, fue capaz de encauzar el enorme trabajo tributario hacia el desarrollo de canales, terrazas y acueductos, multiplicados incesantemente. Las cosechas de maíz, papas y otros artículos alimenticios se incrementaron por el uso de abonos y el aporte de la taclla, especie de arado que se manejaba con el pie.
No había propiedad privada. Los campesinos debían laborar primero en las tierras asignadas al Inca y a los dioses, cuyas cosechas se almacenaban en bodegas gubernamentales, destinadas a alimentar soldados, burócratas y artesanos.
El trabajo de realizar censos, en los que se basaban todas las decisiones imperiales, correspondía al quipu-kamayoc, quien disponía solo del quipu para llevar tales contabilidades.
No robar y no mentir
El estado incaico estableció tres preceptos morales fundamentales: Ama Suway, Ama Qella y Ama Llulay, que significa no robar, no ser ocioso, no mentir.
Generalizó el culto al Sol (Inti), al que acostumbraban representar por un gran disco de oro circundado de rayos. Igualmente adoraban a la Luna (Mama Quilla), así como a divinidades que simbolizaban a otras fuerzas de la naturaleza, como truenos, estaciones, etc.
En el comercio, aplicaron el trueque de productos en pequeña escala. Organizaron la explotación de las minas y trabajaron el oro, el cobre, la plata, el bronce, el estaño y el plomo. En la textilería produjeron obras maestras, y la cerámica alcanzó un notorio desarrollo.

La historia de los incas:
Una vez establecidos en el Cuzco, iniciaron una dinastía cuyo primer gobernante fue Manco Cápac, personaje legendario que se estableció con su esposa, llamada Mama Ocllo, y su familia en el Cuzco, donde dominó a los pueblos que lo habitaban. Los emperadores que le siguieron, como Sinchi Roca y Lloque Yupanqui, no destacaron en particular. En cambio el cuarto, denominado Mayta Cápac, inició la expansión del pueblo inca, motivado por una sequía que asoló los Andes Centrales. Esto, con el fin de asegurarse abastecimiento en los valles cercanos.
Los siguientes gobernantes, como Cápac Yupanqui, Inca Roca, Yahuar Huacac y, sobre todo, Viracocha, se ocuparon de resguardar los territorios ocupados con el establecimiento de funcionarios incas y guarniciones militares.
Lo que se conoce como imperio histórico comenzó con Pachacutec Inca Yupanqui, que ocupó el trono hacia 1438, siendo un gran conquistador y organizador del reino. A su mandato se atribuyen obras como los planos de Cuzco, la construcción de cultivos en base a terrazas y la construcción del templo del Sol. Además, mientras gobernaba se inició la expansión incaica que alcanzó por el sur el lago Titicaca y por el norte la región de Huanuco. Igualmente, comenzó la unificación de las tribus vecinas y sometió con sus ejércitos a las que no accedían a integrarse. Se dice también que fue Pachacutec quien propuso la práctica de las mitimas, mediante la cual grupos de pobladores, llamados mitimaes (del quechua mítmaq, colono, advenedizo), eran trasladados a otros lugares para evitar rebeliones.
Entre los años 1471 y 1493, con el hijo de Pachacutec, Tupac Inca Yupanqui, el imperio alcanzó su máximo esplendor. En esa época se conquistó todo el altiplano andino y los territorios septentrionales de Chile y Argentina.
El sucesor de Inca Yupanqui fue Huayna Cápac, cuyo período se caracterizó por varios levantamientos que, no obstante la dificultad, pudieron ser controlados. En su gobierno se alcanzó la mayor extensión geográfica, con un número cercano a los 900 mil kilómetros cuadrados. Cuando falleció, el imperio quedó dividido en dos partes a cargo de sus hijos: a Atahualpale otorgó la región de Quito y a Huáscar, la del Cuzco. Sin embargo, ambos hermanos se enfrentaron en una guerra civil en el momento de la llegada de los españoles.

Organización política y social:
Este ayllu venía a ser como una extensión de la familia, que se caracterizaba por ser una colectividad agraria unida por lazos de parentesco, en la que los miembros se consideraban descendientes de un antepasado común. Cuando este parentesco era de tipo real y tenía una organización territorial estricta, era conocido como ayllu real o panaca. El ayllu real estaba formado por todos los descendientes varones de un determinado inca, salvo el sucesor, quien creaba a su vez un nuevo ayllu real.
Cada uno de los ayllu ponía a disposición diez hombres, que se encargaban de cultivar las tierras del emperador, participar de las guerras cuando así se requería y trabajar en minas y obras públicas.
La sociedad era muy jerárquica, siendo la máxima autoridad el Inca o emperador, es decir, el monarca que gobernaba con poder absoluto, pues provenía directamente de Inti el dios Sol, y que por lo mismo debía ser venerado por todos sus súbditos. El monarca habitaba en un palacio en Cuzco y por lo general se casaba con su hermana mayor. La sucesión de su trono la ocupaba un hijo legítimo, que no necesariamente debía ser el mayor. El Inca gobernaba asistido por una aristocracia selecta llamada orejones, quienes recibían esa denominación como consecuencia de los grandes adornos que les deformaban sus orejas.
Esta aristocracia, compuesta por los familiares del emperador, ocupaba las mejores tierras y era constituida igualmente por generales y altos oficiales. Luego se ubicaban los curacas, nobles de carácter local. Una posición de privilegio ocupaba también la clase sacerdotal, integrada por el willaq uma o cabeza sagrada, las aqllas o escogidas y los sacerdotes. Les seguían los hatunruna, que eran agricultores y artesanos que, junto con cultivar sus propias tierras, debían trabajar gratuitamente las de la nobleza a modo de tributo. Finalmente, se encontraban los yanaconas o siervos, y los mitimaes o prisioneros de guerra.
El imperio se dividía en dos mitades y cuatro barrios o partes que estaban determinados por los puntos cardinales. La mitad de abajo era llamada Hurin Cuzco, mientras que la mitad de arriba era el Hanan Cuzco. A la parte denominada Hurin Cuzco correspondían el Contisuyo en el oeste y Collasuyo en el sur. A Hanan Cuzco, en tanto, le pertenecían los barrios de Chinchaysuyo en el norte y Antisuyo en el este.
Cada uno de estos sectores era dirigido por un apo, que era un familiar del Inca y, por tanto, perteneciente a la nobleza.

Religión incaica:
Inicialmente los incas fueron politeístas, es decir, adoraron a muchos dioses, a los que consideraban como benefactores y elementos principales de la naturaleza. Entre ellos se encontraba Viracocha, dios inmortal, creador del universo, que había enseñado a los hombres a cultivar la tierra y tenía la mayor preponderancia.
También fueron adoradores de Inti, el dios Sol, que protegía a la dinastía real y se consideraba el padre del emperador. Le seguía en jerarquía el dios del Trueno o Illapa, y la Luna o Mamaquilla. Asimismo, las diosas de la tierra, Pachamama, y del mar, Mamacocha, eran muy importantes para asegurar la agricultura y la pesca.
Las ceremonias tenían lugar al aire libre y en ocasiones en los templos, a los que solo podían acceder los sacerdotes y altos funcionarios. El santuario más importante era el de Coricancha o templo del Sol, que contenía los objetos de adoración y las tumbas de los emperadores.
Las ofrendas a los dioses eran colocadas en altares a la vera de los caminos y recibían el nombre de huacas. Existían también santuarios de piedra para orar, llamados apachetas.
Dentro de la religión incaica el culto de los muertos ocupaba un lugar muy destacado. Por esto, después de la muerte las personas eran momificadas y luego de un tiempo llevadas a sus casas.
Respecto a los sacerdotes, estos componían una poderosa jerarquía que se dividía en categorías. El Sumo Sacerdote recibía el nombre de Villac Umu y era siempre un pariente cercano del Inca.

Comunicaciones:
La civilización incaica destacó, entre otros aspectos, por su extensa red caminera. El imperio tenía dos caminos principales, de norte a sur: uno a lo largo de la costa y otro que atravesaba las tierras altas. Estos trazados eran cruzados por otros caminos transversales y secundarios que lograban unir aldeas y pueblos. Eran los llamados Caminos del Inca, que atravesaban la sierra y llegaban hasta Quito en Ecuador, por el sur hasta Chile y hacia el este hasta Argentina.
Quienes circulaban por estos caminos eran principalmente unos mensajeros, llamados chasquis, que se relevaban en un sistema de postas. Por lo mismo, durante el trayecto se situaban unos lugares, llamados tambos, que servían como refugio para estos caminantes.

La economía inca:
Los cultivos en terrazas fueron una inteligente forma de siembra en un territorio de difícil geografía.
Los cultivos en terrazas fueron una inteligente forma de siembra en un territorio de difícil geografía.
Cuando se habla de la economía incaica necesariamente debe hablarse de la agricultura, por cuanto esta, dirigida por el Estado, era la base. Sus cultivos principales eran la papa y el maíz, aunque también sembraban otras variedades de vegetales, como los porotos, zapallos, calabaza, quinoa, algodón, maní y guayaba. Los incas habían descubierto la ventaja de abonar la tierra con ciertos productos, utilizando los excrementos de animales como fertilizante.
El paisaje geográfico en el que habitaron los impulsó a usar sistemas de cultivo que consistían en terrazas hechas con paradores de piedras en las laderas de las montañas. El sembrado se efectuaba abriendo la tierra con mazas y las semillas se colocaban luego en las hileras de orificios que se realizaban para este fin. La siembra se potenció con un completo sistema de irrigación que contemplaba canales y acueductos.
La ganadería estaba constituida por llamas y alpacas, animales que, además de otorgar productos como la leche, carne y lana, eran empleados para el transporte.
A pesar de la extensa red de caminos que atravesaban todo el imperio incaico, el comercio no tuvo un gran desarrollo. Tampoco se conocía la moneda, por lo que la manera en que se pagaba era mediante el trabajo o el trueque (intercambio directo de bienes y servicios).

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