abril 07, 2011

Culturas Madre

Tiahuanaco-Huari
Guaco retrato de la cultura Mochica o Moche. La expresión de los rostros es diferente en cada pieza de cerámica. De ahí su nombre.

En el Periodo Clásico Temprano la actividad regional, tanto en los valles costeros como en algunos sectores de la sierra, dio lugar a la formación de sociedades con culturas autónomas, reinos que ejercían influencias sobre vastas superficies y una amplia red de aldeas tributarias que contribuían al mantenimiento del poder y la actividad urbana. Corresponde a la culminación de los ensayos surgidos durante el Formativo. Las aldeas se transformaron definitivamente en el sostén de grandes centros ceremoniales, cuya magnitud encarna el poderío de una clase dirigente que está utilizando excedentes, producidos por la gran masa, para levantar construcciones que ensalzan su propio prestigio.

Entre las culturas surgidas en este período se cuentan la Mochica o Moche, la Gallinazo, la Recuay, la Lima, la Nazca, la Huarpa-Ayacucho, la Huari y la Tiahuanaco.

La cultura Mochica

Los mochicas o moches fueron un pueblo agrícola de tradiciones pesqueras, estas últimas trasformadas en deporte practicado por los personajes importante, de casta noble o guerreros. Todavía pueden verse los restos de sus templos, uno de los cuales, denominado Huaca del Sol (Templo del Sol), fue construido con 130 millones de adobes secados al sol, lo que revela la existencia de una compleja organización social. Lo avanzado de su sociedad se manifiesta especialmente en su habilidad para fundir oro y tallar la madera. Su arte textil poseía una base comercial. Tenían guerreros, mensajeros, tejedores y médicos. Construían carreteras y organizaron un sistema de correos.

La cultura Nazca

En el Clásico Temprano, un estilo barroco en las formas simbólicas y mitológicas estableció predominio en los valles costeros del sur de Perú, centro de la cultura conocida como Nazca o Ica-Nazca. Sus creadores fueron gente anónima, que produjo una cerámica menos realista que la mochica, pero de brillante policromía y gran perfección.

El mayor misterio de la cultura Nazca es la vasta serie de dibujos trazados en la arena y grava del desierto: líneas y formas geométricas que se extienden a lo largo de muchos kilómetros, representando gigantescos animales y plantas que sólo pueden ser observados desde un avión.

La civilización de Tiahuanaco

En todas las investigaciones arqueológicas realizadas para descubrir los restos de las civilizaciones preincaicas, uno de los hallazgos más importantes fue el de los restos de la civilización de Tiahuanaco, vecina a la cuenca del lago Titicaca, a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

Los investigadores distinguen cinco períodos en la historia de Tiahuanaco, una civilización que abarca más de dos mil años. Los dos primeros períodos (800 a.C.-400 d.C.) conforman el estadio o etapa aldeana. Hacia el siglo V de nuestra era, Tiahuanaco puede considerarse ya una verdadera urbe, entrando en lo que se conoce como estadio o etapa urbana, cronológicamente correspondiente al Clásico Temprano de los Andes Centrales (100-800 d.C.). El auge de la clase dirigente-sacerdotal se manifiesta en la construcción de templos y palacios que, entre el 200 y 800 d.C., embellecieron la ciudad, sobre todo su núcleo o foco ceremonial.

La parte central de Tiahuanaco constaba de seis conjuntos arquitectónicos, entre los que se distinguían pirámides, templos, monolitos, estelas y esculturas talladas en piedra. Su estructura más importante era el Akapana, pirámide truncada compuesta por tres cuerpos en cuya cima probablemente se levantaba el templo. Frente a ella se levantaba el Kalasasaya, plataforma rectangular de la que sólo quedan en pie una serie de monolitos que debieron servir de soporte a los muros. Sobre otra plataforma descansaba la Puerta del Sol, monolito de tres metros de alto con una abertura central. Al este del Kalasasaya se encuentra el Templete semisubterráneo, enorme pozo de 1.70 m de profundidad y 742 m2 de superficie.

La transformación de Tiahuanaco en ciudad estuvo conectada al surgimiento de un estado, encarnado en la casta dirigente mantenida por la gran masa campesina, cuya acción estuvo avalada por un ejército poderoso.

Motivado por el crecimiento demográfico, en la fase IV, Tiahuanaco inició su expansión hacia los valles cercanos del altiplano, que culminó con el comienzo de un estadio imperial que dio término al período Clásico Temprano.

Paralelamente al desarrollo de la fase V de Tiahuanaco y su correspondiente expansión, otro centro, Huari, inició la conquista de territorios vecinos. Actuando conjuntamente, ambos volvieron a unir, cultural y políticamente, las sociedades regionales del período Clásico, conformando el segundo horizonte pan-peruano (Tiahuanaco-Huari), cuya principal característica fue el profundo urbanismo que se impuso sobre la organización semirrural del Clásico Temprano. Al igual que Tiahuanaco, el poder de Huari estaba afirmado en un ejército bien equipado, que le permitió extenderse hacia la costa y el norte. A través de Huari, Tiahuanaco influyó sobre gran parte de los Andes Centrales; a pesar de sus potenciales bélicos, Tiahuanaco y Huari no fueron rivales.

Alrededor del siglo IX a.C., Tiahuanaco culminó la expansión territorial, iniciada con propósitos de intercambio; pero se desintegró hacia el 1.200 d.C., luego de que transformara a las aldeas religiosas en ciudades con marcado sello secular.

La existencia del segundo horizonte pan-andino fue más efímera que el primero; sin embargo, la unificación cultural lograda puede apreciarse a través de varios elementos religiosos y materiales conectados a Tiahuanaco, en especial en lo que se refiere a la cerámica. Huari fue el gran difusor de Tiahuanaco por gran parte de los Andes Centrales.

Cualquieras hayan sido sus causas, la ruptura del horizonte Tiahuanaco-Huari dio como resultado un renacimiento de los estilos y culturas anteriores a su formación, hecho que marca los comienzos de una nueva secuencia.

El Período Posclásico (1.200-1.533 d.C.)

El período Posclásico Temprano se caracteriza por la paulatina aparición de nuevos poderes regionales, que asumen la administración de sus pueblos una vez rota la cohesión lograda por Tiahuanaco-Huari. Ello se refleja en la cerámica que, abandonando formas decadentes que siguen las huellas de sus predecesores, readquiere las características mostradas durante el Período Clásico. Es un verdadero renacimiento bajo signos militaristas, que reemplaza la aparente religiosidad anterior por un marcado secularismo.

El reino Chimú en el norte, y el Inca en el sur surgen como los más pujantes. Sus expansiones fueron casi contemporáneas; mientras el estado chimú se dirigía hacia la conquista de los valles costeros del sur, los incas emprendían campañas en la sierra central. Allí se produciría el encuentro entre ambas potencias. No hubo entendimiento y los ejércitos cuzqueños terminaron con la resistencia de Chan-Chan, la capital chimú. Se cerraba así el primer nivel del Posclásico. El Posclásico Tardío vería el afianzamiento del estado inca y su posterior expansión.
Cómo vivían los mochicas

La cultura mochica es conocida especialmente por su extraordinaria cerámica (“vasos retratos”), alguna erótica, encontrada por miles, que constituye un minucioso diccionario sobre todos los aspectos de la vida cotidiana. Con la ayuda del báculo y el azadón (no conocieron el arado), cultivaban el maíz, el algodón, las habas, el maní, el camote, las papas y algunas frutas. Debido a la escasez de terreno cultivable, las técnicas de irrigación tuvieron un gran desarrollo. Poseían animales domésticos, como patos, cuyes, llamas, perros y loros.

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