abril 07, 2011

Aztecas











Vida y cultura azteca:
A mediados del siglo XIII d.C., hizo su aparición en el valle de México un grupo de nómades venidos del norte: los aztecas o mexicas, sin otra posesión que una voluntad indomable que, en menos de tres siglos, los iba a convertir en amos supremos de México antiguo. A pesar de haber sido precedidos por otros pueblos, la llegada de los aztecas, “el pueblo cuyo rostro nadie conocía” (en el sentido de que nadie sabía exactamente quiénes eran o de dónde venían) iba a modificar por completo la fisonomía política, no ya sólo de la región lacustre, sino de toda la zona central y meridional de México.
En 1519, cuando los conquistadores españoles llegaron a sus tierras, los aztecas dominaban ampliamente sobre la mayor parte de México. Su lengua y religión se imponían desde el océano Atlántico hasta el Pacífico, y de las estepas del norte hasta Guatemala. El nombre de su rey, Moctezuma, era adorado o temido de un extremo a otro del reino.
Sus comerciantes recorrían el país con sus caravanas, en todas las direcciones. Sus funcionarios recibían el impuesto en todos los lugares. En las fronteras, sus milicias mantenían controladas a las poblaciones rebeldes. Y en Tenochtitlán (México), su capital, la arquitectura y escultura habían alcanzado niveles extraordinarios, desarrollando el lujo en el vestir, la orfebrería, hasta en la mesa a la hora de alimentarse.
Sin embargo, sus comienzos habían sido oscuros y difíciles. Llegados tardíamente, durante el siglo XIII, a México central, las demás tribus de esa zona los consideraron como unos intrusos, semibárbaros, pobres y sin tierras.
Al arribo de los aztecas, unos 28 estados se repartían la altiplanicie central de México. Pese al gran desarrollo cultural de la región, el equilibrio político era precario, siendo continuamente alterado por la violencia o la intriga.
Enfrentados a este universo, refinado y brutal a la vez, los aztecas padecieron numerosas adversidades. Finalmente, se refugiaron en los islotes de una zona pantanosa al oeste de la gran laguna de Texcoco, en lo que es hoy ciudad de México, al centro sur del país. Según la tradición, en 1325 su dios Huitzilopochtli habló al gran sacerdote Quauhcoatl (serpiente-águila). Le dijo que su templo y su ciudad deberían ser construidos "en medio de los juncos, entre los cañaverales", sobre una isla rocosa donde vieran "un águila que devoraba a una serpiente". Luego de buscar, Quauhcoatl y sus sacerdotes encontraron un águila que sostenía en su pico a una serpiente. Sobre el montículo donde se había posado el ave edificaron una sencilla choza de cañas, primer santuario de Huitzilopochtli y núcleo de la futura ciudad de Tenochtitlán.

La triple alianza
Tras sucesivas aflicciones, en que fueron dominados por otros pueblos, surge la figura de Itzcoatl, el cuarto rey azteca. Este se alió con el heredero legítimo de Texcoco (otra tribu importante de la región), el príncipe Netzahualcoyotl. Luego, estos dos soberanos se unieron con la ciudad de Tlacopán. De ese modo se creó la triple alianza de Tenochtitlán, Texcoco y Tlacopán. Pronto, el papel militar pasó a los aztecas, mientras que Texcoco, bajo el prudente gobierno del rey-poeta Netzahualcoyotl, se transformó en una metrópoli de las artes, la literatura y del derecho. La triple alianza se convirtió, de hecho, en el imperio azteca.

Origen de los aztecas:
Según la historia autóctona, sus antepasados vivían dedicados a la caza y recolección y en 1168 d.C. habrían iniciado una larga travesía que los hizo abandonar su mítico punto de partida, Chicomoztoc (o "Siete Cuevas"), en la región de Aztlan ("Lugar de garzas"), hacia el territorio en donde siglos más tarde alcanzarían su mayor apogeo cultural: las riberas del lago Texcoco.
La peregrinación de los mexicas habría durado unos 200 años y en este lapso habrían sido guiados por varios sacerdotes y caudillos, según los designios del dios Huitzilopochtli (dios de la guerra)
En una primera parte de este recorrido habrían pasado por la antigua ciudad de Tula, donde el pueblo tolteca desapareció. Cabe señalar que en el mismo siglo, tribus náhuatl llegaron al valle de México, entre ellas las acolhuas, que se establecieron en Coatlichan (Puebla) y también arribaron los tepanecas, que fundaron Azcapotzalco.
Los aztecas, luego de pasar por Tula, por Zumpango, por Cuauhtitlan y por Ecatépec, lograron en 1276 asentarse en las cercanías de Chapultepec. Pero en 1319, habrían sido dominados por Culhuacán (un señorío vecino fundado por los toltecas) y otros pueblos del lago Texcoco, quedando confinados a Tizapán. Más tarde, se aliarían aztecas y colhuas (o culhuas) en contra de los acérrimos enemigos de estos últimos, los xochimilcas.
Esta alianza se impondría y en recompensa Coxcoxtli, señor de Culhuacán, les concedió la libertad a los mexicas y les permitió establecerse en Mexícatzingo. Allí edificaron de inmediato un templo en honor a Huitzilopochtli y le pidieron a Coxcoxtli una hija para tenerla como una reina.
Sin saber que los aztecas en verdad se proponían sacrificarla así, cuando el padre supo lo ocurrido inició una persecución contra ellos.
Finalmente, los aztecas se refugiaron e instalaron en unos islotes de lago Texcoco. Aquí, habrían encontrado su destino final, a través del signo sagrado de Huitzilopochtli: el águila sobre el nopal que estaba en un islote en medio de la cuenca lacustre. En este lugar, que ofrecía óptimas condiciones para el asentamiento (buena provisión de agua y alimento), se fundaría su nueva capital, Tenochtitlán (1325).
Alimentándose de serpientes
Luego de ser rechazados en numerosos lugares donde quisieron instalarse, el rey de Colhuacán, Coxcoxtli, envió a los aztecas a la región pedregosa de Tizapán, al sur de la actual ciudad de México, zona plagada de víboras venenosas, con la esperanza de que estas se deshicieran de ellos. Sin embargo, en vez de perecer mordidos por las serpientes, les dieron muerte y se las comieron, convirtiéndolas en su alimento, demostrando con esto el carácter particular que los diferenciaba de otros pueblos.

Los primeros años en Tenochtitlán:
En un principio, la famosa ciudad azteca no era más que una pequeña aldea de pescadores y agricultores, quienes lentamente fueron aprendiendo de sus vecinos (como los tlatelolcas) algunas prácticas y conocimientos que los hicieron evolucionar hacia la gran civilización en la que se convirtieron después.
Así, mientras eso pasaba y durante los siguientes años a la fundación de Tenochtitlán, los aztecas y los tlatelolcas rindieron tributo a los tepanecas de Azcapotzalco. En 1376, el príncipe colhua Acamapichtli se proclamó tlatoani (rey) de los aztecas, con consentimiento de los tepanecas.
A Acamapichtli le sucedió Huitzilíhiutl, quien se casó con la hija del Tezómoc (soberano tepaneca).
Luego, cuando reinó Chimalpopoca, nieto Tezómoc, los mexicas ayudaron a los tepanecas y por ello dejaron de pagar tributos. Pero Chimalpopoca fue apresado por el nuevo tlatoani, Maztla, e impuso un nuevo régimen.

El gran Imperio:
A la muerte de Itzcoatl, en 1440, las tres ciudades de la alianza dominaban en conjunto el valle central y otros territorios situados más allá de esta zona. Hasta la invasión de los españoles, se sucedieron cinco soberanos: Moctezuma I, Axayacatl, Tizoc, Auitzotl y Moctezuma II.
Todos estos monarcas gobernaron con una doble preocupación: extender la hegemonía de la triple alianza a nuevos territorios y reforzar el poder de Tenochtitlán en desmedro de las otras dos ciudades. De hecho, Moctezuma I extendió sus dominios por la zona occidental del valle de México; Axayacatl conquistó la ciudad de Tlatelolco y las regiones del valle de Toluca y Tizoc, y expandió su poderío sobre Oaxaca, Tehuantepec y parte de Guatemala.
Paralelamente, la acumulación de riquezas provenientes de los tributos y del crecimiento de la agricultura, permitió al mismo tiempo el desarrollo de la cultura (matemáticas, astronomía y arquitectura) y la consolidación de una casta dominante formada por los jefes militares y religiosos.
En 1502, asumió Moctezuma II, quien siguió con la política imperialista de sus predecesores y el fortalecimiento del poder monárquico de Tenochtitlán. Sin embargo, esta consolidación azteca se mantuvo hasta 1519, cuando llegaron los españoles -encabezados por Hernán Cortés-, quienes aprovechando el descontento que tenían los pueblos sometidos por los aztecas (entre ellos, los tlaxcaltecas) comenzaron a debilitar su poder.
Al final de su gobierno, en 1520, el imperio azteca se componía de 38 provincias, entidades económicas más que políticas, sometidas a pagar tributos. Se trataba de un rompecabezas de pueblos con diferentes culturas y lenguas, muchos de los cuales luchaban por mantener su independencia. Estas divisiones internas en el seno del imperio facilitaron su derrota frente al conquistador Hernán Cortés, en 1521, ya que muchos pueblos se aliaron con los españoles.

La triple alianza
Fue la unión de los pueblos de Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, iniciada en el siglo XIII y que perduró hasta la llegada de los españoles (1519). El papel militar pasó a los aztecas (Tenochtitlán), mientras que la ciudad de Texcoco se transformó en una metrópoli de las artes, la literatura y el derecho.
Organizada por el rey Itzcoatl (1417-1440), la triple alianza extendió rápidamente sus límites y se consolidó bajo el mando de Moctezuma Ilhuicamina(1440-1469), convirtiéndose, de hecho, en el gran imperio azteca, uno de los mayores de su tiempo.
Esta gran expansión no solo fue posible por la unión de las fuerzas de estas tres ciudades-estados, sino por la reglamentación del culto, que fue seguido de inmediato por la construcción de templos, la creación de una jerarquía religiosa y la instauración de rangos en el gobierno civil.
Un emperador valeroso
Cuauhtémoc, cuyo nombre significa águila que cae, nació hacia el año 1495. Era hijo de Auitzotl y sobrino de Moctezuma II. Irritado ante la sumisión de su tío frente a los españoles, fomentó el descontento popular contra los europeos.
En enero de 1521 fue proclamado emperador de los aztecas, luego de la muerte de su antecesor Cuitláhuac. Sin embargo, y después de sufrir un asedio de cuatro meses en Tenochtitlán, no pudo impedir la victoria de los españoles. Cuauhtémoc fue capturado cuando trataba de huir en una canoa. Al principio fue tratado con respeto, pero más tarde fue torturado junto al soberano de Tlacopán, para que revelara la ubicación del tesoro de Moctezuma.
El estoicismo con que soportó el tormento se hizo legendario. Ante los gritos de su compañero, se dice que el último emperador azteca le dijo: ¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas?. Durante una expedición a Honduras, Cortés, quien lo había llevado consigo, ordenó su ejecución el 26 de febrero de 1522, al sospechar que se hallaba envuelto en una conspiración para asesinarlo.

La caída del Imperio azteca:
Sólo en 1518 los españoles, a través de Juan de Grijalva, al mando de cuatro navíos, entablaron relaciones con las provincias del imperio azteca. El recibimiento de los indios fue amistoso y entregaron a los europeos diversos objetos de oro. Durante el encuentro, pronunciaron muchas veces la palabra México, cuyo significado ignoraban los conquistadores.

Llegada de Hernán Cortés:
Con once barcos, 508 soldados, 16 caballos y 14 piezas de artillería partió rumbo a México el conquistador español Hernán Cortés. En la península de Yucatán encontró a un compatriota llamado Jerónimo de Aguilar, que años antes había sobrevivido a un naufragio en las costas de México. Aguilar hablaba maya, debido a su largo cautiverio en ciudades de este pueblo, lo que facilitó a Cortés la comunicación con esta civilización. Además, los españoles recibieron numerosas esclavas como regalo. Entre ellas figuraba una de origen noble y muy inteligente, quien se expresaba además en náhuatl. Su nombre era Malitzin (Malinche), bautizada después como Marina. Gracias a ella y a la intervención de Aguilar, Cortés pudo conversar con los indios, especialmente con aquellos que hablaban la lengua oficial del imperio azteca, lo que era una inmensa ventaja para el capitán español.
La antigua esclava posteriormente se convirtió en su colaboradora más valiosa y fiel. Fue también la madre de su hijo, Martín Cortés.

Comienzo de la caída:
Fue en lo que sería la futura Veracruz donde Cortés comenzó a darse cuenta de la inmensidad y la riqueza del imperio azteca. Allí recibió la visita de los mexicas, de la provincia de Cuetlaxtlán. En nombre del emperador Moctezuma, le regalaron víveres, magníficos vestidos de gala en algodón y plumas, y joyas de oro, y le pidieron que no ingresara a territorio azteca.
Según la tradición mexica, funestos presagios (iluminaciones del cielo, incendios inexplicables) anunciaron una terrible catástrofe. Muy religiosos, Moctezuma y sus consejeros quedaron muy impresionados por el hecho de que el año uno-junco (para ellos), es decir, 1519, coincidiera con la fecha que, al presentarse cada 52 años, podía significar el retorno de la Serpiente de Plumas, según el mito de Quetzalcóatl. Y, para ellos, Cortés era el dios que regresaba.
Entretanto, Cortés se alió con ciertos pueblos que odiaban mortalmente a los mexicas, como los totonecas y, sobre todo, los tlaxcaltecas. Desde entonces, la conquista se convirtió en una empresa fundamentalmente hispano-tlaxcalteca.
Llegados a Tenochtitlán, y después de varias peticiones a Cortés para que este no entrara a la ciudad, Moctezuma los recibió junto a altos dignatarios, entre ellos el rey de Texcoco. Esto ocurrió en noviembre de 1519.

La guerra:
A medida que iba pasando el tiempo, la situación se hizo muy tensa. A pesar de los esfuerzos de Moctezuma, la cólera de sus dignatarios crecía; los españoles se oponían al culto de los dioses aztecas y aprovechaban también de escamotear todo el oro que podían, al igual que los tlaxcaltecas con los jades y plumas. Estos, además, buscaban cualquier modo para saciar su odio hacia los aztecas.
En ausencia de Cortés, que tuvo que ir a luchar a la costa contra su compatriota Narváez, los españoles asesinaron traicioneramente a numerosos nobles mexicas que celebraban la festividad de Huitzilopochtli. El pueblo se sublevó y el retorno de Cortés no solucionó nada. Al contrario, durante la llamada noche triste, del 30 de junio de 1520, los españoles y los tlaxcaltecas salieron a duras penas de Tenochtitlán, sufriendo numerosas bajas.
Pero gracias al apoyo de sus aliados indígenas, Cortés aisló la ciudad. El hambre y la falta de agua potable agobiaron a Tenochtitlán, mientras se desarrollaba una epidemia de viruela, enfermedad desconocida hasta entonces en México.
Moctezuma falleció durante los combates de junio de 1520. Su sucesor, Cuitlahuac, reinó solo 80 días antes de morir por la enfermedad. Ni el heroísmo de Cuauhtemotzin o Cuauhtémoc, el siguiente emperador, ni de su pueblo guerrero, pudieron evitar que la ciudad cayera en agosto de 1521.

Causas de la derrota:
Para muchos de sus contemporáneos, la derrota brutal de un pueblo antes invencible podría parecer una catástrofe o un milagro. Sin embargo, existen causas precisas que pueden explicar perfectamente este desenlace.
Primero, están las militares: frente a armas como los arcabuces y artillería, además de los caballos, los aztecas nada podían hacer con su rudimentario armamento.
Pero, sobre todo, los mexicas y españoles no hacían la misma guerra. Los primeros la consideraban como una forma de proveerse de prisioneros para sacrificar a su dioses, por lo que perdían tiempo capturándolos. Pero los españoles hacían la guerra total, matando a los aztecas en grandes cantidades. Su objetivo era destruir la religión aborigen en beneficio de la propia, que consideraban la única verdadera, y el estado azteca en beneficio de su soberano, Carlos V.
Sin embargo, el factor religioso, al cual se unió la epidemia de viruela, fue también importante. El convencimiento de Moctezuma de que tenía ante sí a Quetzalcóatl de regreso, le indujo a entregar todo el peso de su autoridad soberana. Y cuando trataron de reaccionar, ya era demasiado tarde.
Pero nada hubiera sido posible sin los recursos y los hombres, las informaciones y el impulso guerrero que aportaron los totonecas, Tlaxcala y Uexotzinco, los otomí, las tribus del sur del valle, y el bando del príncipe Ixlilxochitl, en Texcoco. Sin embargo, estaban lejos de imaginarse que la caída de México arrastraría la de sus propias ciudades, la destrucción de su religión y la ruina de su cultura.
En efecto, con la derrota de los aztecas desapareció la última civilización autóctona de México. Brillante y frágil, alcanzó a dominar el país solo casi un siglo.

Cortés, el conquistador:
Hijo de una familia hidalga, pero no rica, Hernán Cortés nació en Medellín, Extremadura, España, en 1485. Su deseo de aventura lo hizo abandonar el estudio de las leyes. Luego de sufrir algunas enfermedades y accidentes, viajó a América. En sus seis primeros años se ganó la confianza del gobernador Diego Velázquez. Este lo nombró notario e hizo que lo acompañara en su expedición colonizadora a Cuba. Sin embargo, algunos roces con su superior lo mandaron a prisión.
A pesar de eso, el gobernador le confió el mando de una nueva expedición a México. Tras conquistar el imperio azteca, y no sin antes luchar contra algunos compatriotas partidarios de Velázquez y de otro aventurero llamado Pánfilo de Narváez, fue nombrado capitán general y gobernador de las tierras conquistadas, la que se llamó Nueva España.
Además, incorporó las tierras de Honduras y Guatemala. No obstante, el resto de su vida vivió en la pobreza. Falleció cerca de Sevilla, el 2 de diciembre de 1547.

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